Diciembre está aquí, con ello, las luces, los regalos, la nieve artificial, los grandes adornos en las plazas comerciales o las casas en nuestra calle que pareciera más un concurso por ver cuál es la más iluminada.

Les invito a hacer una comparativa y una reflexión sobre cómo las navidades han cambiado, simplemente, pensemos en cuando éramos pequeños y la forma en que ahora llevamos a cabo estos rituales:

Anteriormente las casas eran enormes, lo que permitía albergar a todos sin excepción, ahora, en los departamentos solo cabe la familia nuclear, es entonces cuando recurrimos a llamar por Skype al tío de Chile o mandar WhatsApp en el grupo de la familia con imágenes que representen nuestro espíritu navideño. Todo con el fin de sentirlos cerca y aunque son grandes avances… realmente hemos perdido ese contacto.

Seguro lo hemos leído cientos de veces, “el sentirnos tan cerca, nos aleja” Ya no le llamas a la abuela porque le has enviado un GIF o un EMOJI de corazón y crees que con eso basta, el contacto ha cambiado y seguramente en el trabajo nos funciona, pero estarás de acuerdo que hasta en ese entorno, para cerrar un buen trato, acudes a una comida. ¿Por qué no hacerlo con familia y amigos?

Estamos rodeados de distracciones, los celulares pegados de la mano de entes adolescentes tirados en el sillón con audífonos en sus oídos porque según los padres “Las nuevas generaciones se aburren fácilmente”. No lo niego, pero tal vez sería mejor si les mostráramos la navidad de nuestras épocas, que ayuden a hacer el ponche, escojan en el mercado la mejor piñata y participen en romperla.

La tecnología no tiene la culpa, bien usada es una gran aliada, podemos enviar regalos desde antes o anticipar las compras, buscar recetas para la cena, poner música especial y hacer que sea más amena, la tecnología llegó para quedarse y es necesario acoplarnos a ella para no ser rebasados por el rápido crecimiento. ¡Felices fiestas!

Sobre la autora: Carla León

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